CARLOS AURTENETXE: HISTORIA DE LA HIERBA
Los cuadernos VII y VIII del segundo tomo de ese gran concierto sinfónico que es La locura del cielo se titulan Historia de la hierba. Lo cual nos indica que este libro de Carlos Aurtenetx, este que así se llama, tiene una conexión fundamental con el anterior, claramente señalada por medio del título. Es como si después de terminada la catedral se le hubiera añadido un anexo producto de un impulso creativo que aún no ha cesado y de una misma estética.
TRES POEMAS DEL LIBRO HISTORIA DE LA HIERBA
ROSTRO EXTRANJERO
Ola,
viento del tiempo
que te robó del puente de la nave.
Rostro extranjero.
Nos halle,
nos lleve el tiempo entre tus brazos
a ajenas espesuras.
que te robó del puente de la nave.
Rostro extranjero.
Nos halle,
nos lleve el tiempo entre tus brazos
a ajenas espesuras.
Recala el nombre,
el rostro,
el pecio,
entre la rocas de la costa, sobre la arena
de la playa,
el raro fruto del naufragio.
el rostro,
el pecio,
entre la rocas de la costa, sobre la arena
de la playa,
el raro fruto del naufragio.
Allí
donde no encuentra refugio
la esperanza,
ni el recuerdo,
ni el amor arrebatado, ardido.
HECHA MIRADA EN TU DESEO
La clara,
la luminosa, la pavorosa muerte en la mañana abierta
hecha mirada en tu deseo,
desperdigada en tus latidos, sin nombre, ni disfraz,
ni oscuridad alguna.
Muerte sin noche, sin gente, sin nombre, sin sonido,
sin recuerdo,
tu corazón lejano.
hecha mirada en tu deseo,
desperdigada en tus latidos, sin nombre, ni disfraz,
ni oscuridad alguna.
Muerte sin noche, sin gente, sin nombre, sin sonido,
sin recuerdo,
tu corazón lejano.
Al soplo de la noche vendrá tu nombre
y será para mí desconocido.
y será para mí desconocido.
LAS LUCES DE LOS PUERTOS
Paciente es la oscuridad.
Aguarda, tranquila,
tu regreso.
tu regreso.
La vuelta a casa.
Despedidas las luces del camino, las luces de las urbes,
de los puertos;
aguas de la noche chapotean quedamente.
Piensas en la jornada que ha de venir,
en breve.
Una leve congoja
es toda tu compañía en este instante
como cualquier otro.
Apuras el último trago.
Te rechaces, por un momento, suspiras, abres la puerta
y sigues.
Vivirás. Vivirás.
Lo justo para morir un poco todo lo que viviste.
Sin llamar la atención
pasará la tierra, de puntillas, a través de tu cuerpo,
como un leve dolor,
a otra morada.
Despedidas las luces del camino, las luces de las urbes,
de los puertos;
aguas de la noche chapotean quedamente.
Piensas en la jornada que ha de venir,
en breve.
Una leve congoja
es toda tu compañía en este instante
como cualquier otro.
Apuras el último trago.
Te rechaces, por un momento, suspiras, abres la puerta
y sigues.
Vivirás. Vivirás.
Lo justo para morir un poco todo lo que viviste.
Sin llamar la atención
pasará la tierra, de puntillas, a través de tu cuerpo,
como un leve dolor,
a otra morada.