Julian Borao: Días pares e impares
El Fouar La soledad se baña en la piscina sola y transparente en medio de la nada. La luz se va a lo alto cuando tan solo un viento sigiloso merodea en las dunas del oasis. Una insólita queja se repite insistente dando ritmo a una calma que descansa en su hastío cotidiano. Casi es blanca la tarde cuando se va despacio bajo un cielo lechoso y azulado. Se mastica la arena, se seca la mirada. Hasta aquí hemos llegado, cansados y admirados, a contemplar exhaustos el súbito silencio del desierto. Exilio Como quien llega a un mar que no conoce, más allá de vestigios y de patrias, y escucha, devastado, los suspiros – los suyos – la realidad ahogada de su respiración, como quien llega a ciegas y sin guía hasta el atardecer y abandona las huellas del camino. Como quien nada sabe y se detiene en medio de otra tierra para olvidar aquello que dejó, las voces, las palabras, las promesas, las horas, y escucha, solo, en la persistencia de vivir, la ag