BEÑAT ARGINZONIZ: La libertad que destruye el mundo
LA LIBERTAD QUE DESTRUYE EL MUNDO Dicen que se vuelve, se vuelve siempre, como un Perro tras las huellas del dolor. Se vuelve al lugar del crimen, se vuelve al lugar del amor, se vuelve siempre, en una especie de asimilación por reiteración, al lugar definitivo donde quedó grabada la marca insoportable del horror. Y es ex- traño, pero allí donde sólo la muerte habla y nada queda por decir, aún es posible cerrar los ojos y descansar, olvi- dando la sentencia, olvidando por un momento la rúbrica absurda desde la que el presente deniega la vida y acredita el fracaso. Sí, es extraño. He vuelto, después de veinte años, he vuelto como se vuelve de los sueños, helado, mudo, desnudo como el cie- lo, irreal como un perro. Y entro al cementerio, puerta del infierno o de Ia gloria, y camino entre tumbas y más tumbas. Veo un gato, veo un pájaro, veo una araña, veo una mosca. Veo huesos, sombra, polvo, hombres, mujeres y niños acu- mulados en los quicios del olvido. Y camino...