LA CABAÑA Un relato de Beñat Arginzoniz –¡Ya vienen! ¡Ya vienen! ¡Suben por la calle Vallejo! –¿Cuántos son? –Por lo menos ocho. Y llevan bolsas llenas de piedras. –Habrán estado en las vías del tren. Tendremos que responder con lo que ellos nos tiren. –Mejor nos damos el piro, son más y vienen con ganas. –No, nosotros estamos en mejor posición. Y aquí tam- bién hay alguna piedra y mira esos palos. Si se acercan mucho les cascamos desde arriba. Llegan de pronto como una horda sucia y revuelta, cha- vales en pantalones cortos, unos altos y otros bajos, gordos o escuálidos, unos valientes y otros cobardes, pero todos empujados por la misma emoción confusa, movidos por la alegría de la violencia. Van dando gritos y llenan el aire con sus voces hirientes, desafinadas, infantiles. –¡Ahí están! ¡Ahí! Escondidos entre los matorrales' Y el aire se llena de piedras volanderas. Piedras silba- doras como pájaros furibundos van cayendo cada vez más cerca. Una tras otr