Julian Borao
០ Julián Borao García (Bilbao, 1955) es Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Deusto (1977, Bilbao) y ha ejercido la docencia desde 1979 en diferentes etapas educativas, Secundaria, Adultos y Primaria, impartiendo Lengua y Literatura, Lengua Francesa y Geografía e Historia. Ha trabajado 18 años en plazas educativas del MEC en el Exterior (París, Ferney-Voltaire y Hendaya).
០ Escribe poesía desde la adolescencia y ha colaborado con sus poemas en revistas como Kantil (San Sebastián), Zurgai (Bilbao), Ámbito (Málaga) o Alkaid (Valladolid). En 2006 empezó a participar en foros poéticos en internet lo cual le hizo comenzar a compartir su poesía de una forma más abierta. Desde entonces, ha participado en diferentes antologías poéticas: Universos Diversos (Ed. Alaire, 2009), Las noches de LUPI en Portugalete (LUPI, 2012), Animales entre animales (Ed. Raspabook, 2014), Encuentros del mediterráneo (Playa de Ákaba, 2015), Poesía contra la represión (Raspabook, 2016) y Voces del Extremo (2017), entre otras. Ha coordinado, seleccionado, corregido y prologado la antología Las noches de LUPI en Bilbao (LUPI, 2014). También ha prologado la novela Hijos del amanecer (Ed. Hades, 2011) de Asier Triguero y los poemarios 36 olas…, con resaca de Gonzalo Otamendi (Ed. Turandot, 2013), Déjame entrar de Monika Nude (Ed. Amargord, 2015) y 63 poemas…, a ciegas de Gonzalo Otamendi (Ed. Literarte, 2016). Por otro lado, ha editado un cuento infantil en la antología Juntos por un sueño (Ed. Tierra de nubes, 2015).
០ En la temporada 2009-2010 presentó un espacio de poesía en el programa de radio Popular, El club de los sentidos.
០ En junio de 2010, junto con el poeta Óscar Alberdi (1966-2011), creó las Noches Poèticas de Bilbao, evento poético musical que se desarrolla en bares y locales con el objetivo de difundir la poesía, presentar la obra de diferentes poetas y músicos, dar a conocer nuevos autores y desarrollar un espacio poético en los lugares donde se reúne la gente habitualmente. Las Noches Poèticas están registradas como marca mixta (nombre y logotipo) en Industria. En 2012, se creó la Asociación Artístico Cultural Noches Poéticas de la que es el actual Presidente. Noches Poéticas ha organizado en tres ocasiones encuentros de poetas de toda España en Bilbao. Al mismo tiempo, Noches Poéticas ha creado el Concurso de Poesía Noches Poéticas Bilbao cuya tercera edición se ha convocado en 2017. Se ha organizado también alguna Noche Poética fuera de Bilbao (Almería, Madrid, Soria, Vitoria, Hondarribia y Barakaldo). Coordina y corrige la Colección Noches Poéticas, editada por LUPI, que hasta el momento lleva editados cuatro títulos.
០ Colabora habitualmente en eventos poéticos y en presentaciones literarias. Ha organizado mensualmente, junto con los poetas Gonzalo Otamendi y Julio González Alonso, la velada denominada la Cámara Poética, en la librería Cámara de Bilbao. Ha participado en los encuentros poéticos Agosto Clandestino, Encuentros de las letras y las Artes del Mediterráneo, Edita Nómada, Voces del Extremo y Ártemis, entre otros.
០ Ha publicado en solitario Cuestión de suerte (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2015), prologado por Katy Parra, Días pares e impares (LUPI, Sestao, 2016), prologado por el poeta y cantautor Marwan y Todo pasa por algo (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2017), prologado por el poeta José Elgarresta.
NUESTRO
DOMINIO
Quizás
los animales sean el solo origen
que
implique a lo terrestre
mas
no podamos verlo,
quizás
sea su equilibrio lo que desequilibre
la
humanamente humana disciplina,
quizás
bestias y plantas se dejen dominar
para
lograr mostrarnos que somos los intrusos
en
la naturaleza cósmica del aire.
Tal
vez esta insistencia de exterminio,
este dolor terrible que infligimos
este dolor terrible que infligimos
a
nuestros prescindibles compañeros
sea
solo una prueba de nuestra incompetencia,
de
nuestra irracional oscuridad pensante
que
quiere comprender y no comprende
el
esencial proyecto de vivir.
Quizás
los animales esperen muy pacientes
volver
a su silencio, volver a su latido libertario,
que
llegue ese momento de ritmos asumidos
por
un mundo apartado de nosotros,
señores
de la vida,
y
aspiren a estar solos algún día.
Que
nos duerma el letargo
de
nuestra ineptitud.
Y
que nuestro dominio
se
extinga para siempre.
(De
“Animales entre animales”, Editorial Raspabook, 2014)
GÖTEBORG
(1975)
A
Bilillo, compañero de un sueño.
Quedarse
en el andén tímidamente
y
esperar que a lo lejos parta el tren
mientras
que el sol caía como a plomo
en
un verano sueco inusitado.
Quedarse
en la estación, en el umbral
de
la Central Station
solos solos
cogidos
de la mano para partir
camino
del tranvía.
Quedarse
quedarse
en la ciudad, en los canales diarios
vagando
por las calles como intrusos,
Kungsgatan,
Vattugatan, Masthuggstorget,
cotidianas
aceras, jardines cotidianos
de
Kungsparken,
arbolados jardines
que
filtraban la luz entre las ramas.
Quedarse
en los adioses, en los gestos,
después
de las cervezas y el hachís,
acumulando
días y experiencias
que
nos dejaron ciegos y anhelantes.
Quedarse
en melodías
de
Carole King, Bob Dylan o Pink Floyd,
sonando
en un casette por las mañanas
de
la ventana abierta a la ciudad.
Quedarse
en los amigos,
amigos
rutinarios, casuales, ocurrentes,
amigos
del momento compartido,
de
los pisos vacíos, I’m
looking for a job,
de
la vieja guitarra y las canciones
del
blues de medianoche de las noches azules…
Cabalgan
los instantes, nos persiguen
en
albas fotográficas de angustia,
inútiles,
confusas, lunáticas secuencias
de
la luna, palabras como aullidos
de
amaneceres largos y festivos.
Cabalgan
y se van con el reloj del tiempo
los
corazones idos, los gozos y los días,
los
oscuros minutos de unas calles distantes,
las
olas apagadas de un raro Mar del Norte
amanecido,
la
interminable luz de tantas horas nuevas
que
alumbra la nostalgia malherida.
Como
si en la memoria hubiera despedidas
más
áridas y frías, más perdidas incluso
que
las de aquel andén definitivo.
RUE
DES BOULETS, RUE DE MONTREUIL
A
Chelo
De
los escasos datos
que
el devenir mantiene
como
una simple anécdota confusa
apenas
recupero algún detalle
de
aquella primavera.
Tal
vez el verde oscuro de los árboles.
La
espera casi inútil
junto
a una carretera nacional
que
hubimos de dejar
al
norte de Poitiers
y
la estación vacía,
o
el crepúsculo lánguido
de
un domingo francés
de
por sí desolado
y
provinciano.
Casi
apenas escucho
las
gotas de la lluvia cotidiana,
el
discurrir del tren,
nuestras
palabras
camino
de un París
de
gris amanecida.
De
entre las pocas cosas
que
me quedan
apenas
ya recuerdo
ciertos
días oscuros
en
calles invisibles,
cierto
amor inexperto,
del
todo ciego
y
preso de sí mismo
en
la pálida luz
de
un viejo apartamento parisino.
Apenas
reconstruyo sensaciones
-el
perfume del metro, por ejemplo-,
secuencias
incompletas
de
una historia pretérita y pareja
que
transcurrió viajando
a
nuestro lado
como
una bella y torpe compañera.
AFGANISTÁN
A
Ángel Petisme
No
fue casualidad la que movió al viajero
a
recorrer las rutas de la seda
y
a atravesar sus valles, sus montañas y estepas,
caminos
polvorientos y altos desfiladeros,
dormitando
despierto a la intemperie
o
en cuevas extraviadas
huyendo
del envite de la muerte.
Son
harto conocidas las razones.
Alejandro
también surcó estas tierras al frente de sus tropas
resuelto
a la conquista de este mundo oriental
abandonado
siempre por sus dioses.
Aunque
tal vez perduren
las
antiguas recetas de olvidados doctores
-acaso
las doctrinas del viejo Zoroastro-,
quizás
en lo profundo del desierto,
en
las salas ocultas de templos enterrados
como
sombras disueltas por el viento
o
en los altos lugares de
Ghorid,
en
la “terra incognita” que esconde la metrópoli,
la
perdida Firozkuh
de la Montaña Púrpura
que
ya nadie conoce.
Y
es que hoy igual que ayer,
algo
han venido a hacer estos viajeros,
se
nota en sus miradas.
Cuesta
reconocerlo pero es cierto:
no
cumplen los acuerdos,
ostentan
sus costumbres,
se
adueñan de las gentes
desperdigando
miedo y destrucción.
La
guerra y sus tormentas algo han roto,
desorientado
pueblos
que
han dejado su huella por todos los paisajes
de
esta tierra arrasada
que
un día fue llamada Yaghistán,
de
esta tierra rebelde de espíritu insumiso,
de
nuevo sorprendida
por
el dolor sin tregua
que
propagó su llanto milenario.
El
enemigo es fuerte,
desprecia
las heridas de los pueblos vencidos
y
odia su lengua bárbara
“la
lengua que ha de hablarse en los infiernos”,
pensaron,
aunque
en ella escribieran
para
expresar su amor y sus poemas.
Nuristanís,
hazaras, tayikos, turcomanos,
uzbekos
o pashtunes,
todos
son denostados
por
fríos generales nativos o foráneos
que
trazan los designios de un orden superior.
Cruel
ha sido la historia
mas
cierto es su decurso desgraciado.
El
humo casi roza los límites del cielo,
los
condenados viven mirando hacia lo alto,
las
calles se desprenden de perfumes y hedores,
del
odio y la metralla cotidianos.
Mas
algo hay más allá,
provincias
fronterizas pobladas
por
idólatras de dioses ignorados,
altivos
descendientes de antiguos invasores,
erosionadas
ruinas,
lejanas
cordilleras de insólita belleza,
caminos
ancestrales de más nobles viajeros,
la
paz de atardeceres sin memoria,
la
neblina imposible que envuelve las llanuras
vibrando
en solitario despertar.
Y
no este tenso ambiente,
esta
amarga mirada del soldado
que
apunta con su rifle
mientras
grita su miedo
en
una sucia calle de Kabul
de
noche ante las puertas del infierno.
SOBREVOLANDO
De
repente las nubes,
su
algodonado manto,
su
vacío total contorsionista
cubre
el bazar errante de los días.
Todo
queda vencido a los contrastes
al
contemplar la luz atardecida
desde
otro firmamento,
como
si de su blanco resplandor
la
nieve
que
de la tarde azul de este diciembre
nace
me
cediera su blanca levedad.
De
repente las nubes,
su
inevitable albor sobrevolando
y
yo mismo pensando
ante
el cristal,
evocando
y sintiendo
la
brevedad de un viaje de ida y vuelta,
cuando
las horas pulsan
su
flexibilidad desordenada.
Y
es ahora que comprendo.
Viajo
a merced de un dios omnipresente
sin
modelar su tránsito
ni
apaciguar sus ansias,
miro
accidentalmente hacia el poniente
y
una inquietud celebra esa distancia
que
me impone la vida poco a poco,
-cada
vez más despacio-,
como
si no acertara a perfilar
los
límites del cielo y de la tierra.
Y
en ellos me introduzco
recordando
cómo es que sucedió
mientras
descubro que hoy nada ha pasado.
(De
“Cuestión de suerte” Ediciones Vitruvio, 2015)
Disculpen
las molestias
Disculpen
las molestias, de verdad,
disculpen
las molestias, no es que
nos
interese su opinión demasiado
pero
sí nos importa mantener cortesías
que
el sistema nos pide respetar
y
por eso, disculpen las molestias
si
cercamos la calle, si la agujereamos,
si,
tal vez, obligamos a caminar distinto,
si
hacemos mucho ruido, si no
les
permitimos que piensen otras cosas,
si
apagamos las luces, si cambiamos horarios,
incluso
si se quedan sin servicios
disculpen
las molestias, sí, discúlpennos.
Y
si no nos disculpan, en realidad da igual,
nosotros
a lo nuestro, nos importa una mierda
si
estamos molestando, pero eso sí:
disculpen
las molestias que les ocasionamos.
23
F
Una
noche de invierno,
abrigado
en la llama del sexo adolescente
rompí
mi castidad entre sus piernas.
Señalamos
la fecha
que
durante unos años
fue
el cómplice secreto
de
nuestro calendario personal,
sólo
en la intimidad,
un
número, sin más, del mes más corto.
Luego
llegó Tejero, no sé si lo hizo adrede,
tengo
serias sospechas
de
que tomó el Congreso para joderme el día
y
la celebración.
Desatención
selectiva
Esta
extraña costumbre
de
mirar y observar las historias
cómodamente
anclados al sofá
mientras
que todo pasa más allá,
a
otro lado de ti, tras la pantalla.
No
hay nada que nos libre
de
esta rara tendencia
de
contemplar sin ser protagonistas.
Esta
frecuencia extraña
de
ver escenas tristes de vidas inventadas
y
sentir la empatía de lo que no sucede
y
lo sabemos, o ésa que nos acecha
de
aquello que sucede realmente
pero
no nos incumbe.
Lo
más sencillo es darle a otro botón
que
nos lleve a un canal
en
el que nada cueste asimilar,
cómodamente
anclados al sofá,
que
somos solamente espectadores
y
que podemos apagar el mundo
con
un sencillo gesto del pulgar.
Hablando
Hemos
estado hablando
colgados
de las horas y el ahora,
del
tiempo del amor, del desamor,
del
sol entre las cejas, del agua entre las piernas,
de
lo que no pasó ni pasará, de los días y noches
con
los párpados rotos y las manos heladas.
Hemos
estado hablando solos, solos, sin más,
frente
a la insensatez de este desorden
que
se va apoderando del instante.
Y
hemos visto a la gente soportando el invierno
bajo
la luz austera de una mañana azul.
Y
ha sonado la música
que
ha insistido en compases de nostalgia
acomodada
al fondo de una conversación.
Hemos
estado hablando
tomando
una cerveza y un pincho de jamón
y
girando y girando igual que siempre
como
inquietas peonzas de un enigma.
Olvidos
Siempre
te olvidas algo, los pendientes
donde
te los quitaste, un collar
que
ni recordarás haber traído,
un
anillo, tal vez, o dos anillos
huyendo
de tus dedos fugitivos;
a
menudo te olvidas el tabaco,
por
la premeditada obstinación
de
no querer fumar cuando estás sola,
y
el mechero también sobre la mesa;
siempre
te olvidas algo cuando marchas,
un
cinturón que, por decorativo, no te falta,
el
paraguas también, por si la lluvia,
o
las bragas al fondo de las sábanas.
Te
olvidas ciertas cosas que no siempre
te
son imprescindibles y un rastro de tu paso
se
queda entre mis cosas
como
por un azar diseminadas, quizás
como
pretexto para poder volver;
mas
yo, que no te olvido,
hago
de esos olvidos permanencia
y
encuentro en los objetos que te dejas
el
regalo casual de tu sonrisa.
(De
“Días pares e impares”, LUPI, 2016)
MAULLIDOS
FANTASMAS
A
Katy Parra
Hoy
he oído a los gatos deshacer sus maullidos
en
los restos del agua que la noche ha dejado
en
las aceras.
Chapoteos
desnudos, devaneos lejanos,
sus
siluetas oscuras semejaban fantasmas
divagando
en las horas de las sombras.
Elegantes
mendigos de la luna
que
cantaban a solas en la ciudad dormida,
solitarios
bandidos del silencio
que
robaron los sueños a las calles y plazas
de
manera fugaz.
Y
he quedado despierto en su concierto
convocando
lo eterno del instante,
dibujando
piruetas
en
el aire nocturno
que
me impulsaba al suelo,
apretando
los puños para caer de pie
y
amanecer sin tiempo
en
los rincones húmedos del tiempo.
Y
he vuelto a reencarnarme.
Hoy
he visto a los gatos escapar de la luz
bajo
la lluvia
y
he saltado con ellos
y
me he vuelto felino
de
una vida casual y clandestina.
LADRONES
DE HORIZONTES
Recuerdo
algunos días,
no
puedo definirlos con mucha exactitud
mas
los recuerdo ahora
mientras
estoy sentado
junto
al eco de los trenes que pasan
y
el valor se estremece como una rama trémula en otoño.
Llegábamos
despacio, improvisando a veces,
mirando
a todas partes,
creyendo
ser anónimos
surcando
los caminos y pendientes
de
lugares esquivos
fugitivos
del viento y las colinas,
ocultos
a la vista del aire delator que nos guiaba.
Mirábamos
a ciegas
sin
conocer el ritmo de las horas ni sus ocupaciones
y
ascendíamos siempre,
-con
determinación más con cautela-,
por
árboles previstos
aunque
nunca los mismos
para
evitar mostrar nuestras costumbres.
Desde
arriba
como
una panorámica de nuevos territorios
se
mostraba de pronto entre las hojas
y
probábamos frutos con miedo y con fruición
bajo
el frecuente sol del mediodía
o
ante la luna llena de ocasiones.
No
había más opciones
-aunque
ni lo supiéramos-,
era
nuestra misión estar allí,
evitar
ser oídos y no ser capturados
por
extraños guardianes del hastío,
tomar
las recompensas
sorteando
el peligro apresurado,
quedarnos
en la altura robando el horizonte,
saber
que no hay dilemas
cuando
el destino empuja hacia adelante,
desafiar,
al fin, la incertidumbre
de
ser feliz sin plazos un instante,
cumplido
el objetivo
de
frecuentar la dicha de vivir.
ITÁLICA
Casi
ya nada queda.
Todo
el tiempo ha barrido
con
su implacable furia destructora.
Casi
vuelve la tierra a su primera imagen despoblada.
Si
no fuera por este intento vano
de
mantener la huella que nos hizo,
todo
el lugar sería sólo pasto perdido
de
la habitual mudanza, de su olvido;
el
calor del verano la piedra abrasaría,
y
la lluvia otoñal con lentitud paciente
la
quebraría lenta, lentamente,
y
el viento del invierno soplaría en la nada
a
que su forma tiende siglo a siglo.
Tan
sólo en primavera, como efímera gloria
de
los ciclos que buscan su orgulloso retorno,
vestiría
las galas que Venus, generosa,
desparrama
en su instante por doquier
y
entonces, sorprendido, alguno creería
que
es la vida que vuelve disfrazada,
engañosa,
y que un dedo divino
deslumbrara
a la muerte
que
inevitablemente arrasa la memoria.
Casi
no queda nada
pero
queda la ausente permanencia
de
aquello que ha vivido,
la
desolada evolución perversa de las cosas,
la
silenciosa ruina,
la
agonía.
Y
es a ella a quien todo se encamina
mientras
con mudo resplandor
se
abre paso este sol, se enciende sin piedad
este
astro nuevo
en
las calzadas
que
hacia ninguna parte se dirigen ahora,
quizás
hacia la paz de la llanura
o
hacia la rota imagen de Trajano
que
aún vela la penuria
de
quienes no demandan ya su protección.
Es
a ti a quien imploro,
es
a ti a quien pregunto, Marco Ulpio Trajano.
¿Has
querido ignorar lo que has perdido?
¿Debo
ahora imaginar el gesto
que
se oculta tras tu rostro sin vida?
Déjame
ser tu guía,
deja
que este mortal te hable quedo y alerte
la
frágil calidad que fracturó tus ojos y tu oído
para
que la cambiante permanencia
del
mundo sea cierta.
¿No
notas esa brisa que es la misma de entonces?
¿No
acaricia tu cuerpo la suave melodía
de
este áureo mediodía en tu ciudad?
Aproxímate
a mí,
sentémonos
debajo de un ciprés
e
imagina que estamos con dos copas de vino
junto
al rumor del agua que brota de la fuente
del
amplio peristilo.
Luego
mira en tu torno la acción de las centurias
y
hablemos de la vida.
He
visto entre la luz y entre la sombra
lo
que tu pueblo alzara,
me
he sentado en las gradas rugosas y vacías
a
contemplar la ingrata destrucción de un imperio
agotado,
la arena socavada,
los
muros casi extintos, la penumbra
desnuda
de cada galería.
Como
si fuera soplo descubierto en el aire
de
la inquieta mañana
me
ha parecido aún sentir el roce
de
Diana cazadora, cual diosa esplendorosa,
recorriendo
campiñas
en
el despertar súbito del mágico estatismo
de
su efigie dormida
(quizás
Isis también viva en su hechizo).
Pero
tú no despiertes,
permanece.
Yo
también seré ausencia
que
ya nadie demande,
la
misma que percibo en la lejana
y
tibia indiferencia
de
este cálido viento que adormece las ruinas,
como
si hombres y dioses
se
rindiesen al sino de su breve momento embriagador.
ACASO
Acaso
una palabra, acaso un nombre,
acaso
torrentera desatada
que
encuentro al descubierto, una mirada
buscando
el enunciado que me asombre.
Acaso
la canción que canta el hombre
de
un tiempo inmemorial, la voz amada
que
yace en la penumbra descuidada
y
alude ocasional a su pronombre.
Acaso
la memoria, la traición
del
incunable texto y de su olvido,
lo
frágil de la humana condición,
la
absurda vanidad de este sentido
que
envuelve la fugaz resurrección
del
vívido fulgor de lo que ha sido.
TODO
PASA POR ALGO
Nada
es cuestión de suerte, tú mismo
has
decidido que fortuna o desgracia
te
acompañen alternativamente.
Todo
pasa por algo, acaso por un algo
que
no sabes sumado a lo que vives
día
a día, tal vez por las acciones que
involuntariamente,
crees, te obligaron
a
hacer, tal vez por la presión de decisiones
de
cuyas consecuencias no supiste
encontrar
la medida, quizás por la ignorancia
de
que no eres tú sólo quien actúa.
Decidir
o no hacerlo también
pasan
por algo, siempre hay una razón
de
causa-efecto que hace
que
la fortuna sea adversa o favorable.
Todo
pasa por algo desde el mismo
momento
en que naciste, el círculo
vital
del ser y la existencia, el engranaje
que
une la vida con la muerte, el eterno
retorno
que fluye en la corriente
de
toda la materia universal
de
la que no podrás desentenderte
culpando
a los demás de tu desdicha.
Si
ahuyentas el camino
no
podrás comprender
que
está en ti mismo.