Ahora voy a contar la historia de mi vida en un abecedario ceniciento. El país de los ricos rodeando mi cintura y todo lo demás. Escribo y callo. Yo nací de repente, no recuerdo si era sol o era lluvia o era jueves. Manos de lana me enredaron, madre. Madeja arrebatada de tus brazos blancos, hoy me contemplo como un ciego, oigo tus pasos en la niebla, vienen a enhebrarme la vida destrozada. Aquellos hombres me abrasaron, hablo del hielo aquel de luto atormentado, la derrota del niño y su caligrafía triste, trémula flor desfigurada. Madre, no me mandes más a coger miedo y frío ante un pupitre con estampas. Tú enciendes la verdad como una lágrima, dame la mano, guárdame en tu armario de luna y de manteles. Esto es Madrid, me han dicho unas mujeres arrodilladas en sus delantales, este es el sitio donde enterraron un gran ramo verde y donde está mi sangre reclinada. Días de hambre, escándalos de hambre, misteriosas sandalias aliándose a las sombras del rome...